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foto: Siddharth Gautam Singh Mercat de les Flors (Barcelona), 2016
A finales de 2015, Aimar Pérez Galí inicia una investigación acerca del impacto que tuvo la epidemia del sida en la comunidad
de la danza en el contexto español y latinoamericano. Apropiándose de la práctica del Contact Improvisation, este trabajo
se construye como un diálogo con los fantasmas de aquellos que se fueron. Esta práctica de danza, iniciada por Steve Paxton,
en la que el movimiento se improvisa a partir del contacto físico entre dos cuerpos, contrasta con las políticas de inmunidad que trajo el VIH/sida.
The Touching Community es un trabajo íntimo y afectivo que aborda una época que aún a día de hoy debemos seguir dando
visibilidad y afrontando con la sensibilidad que requiere. Un trabajo sobre la memoria, sobre los bailarines que dejaron de bailar
demasiado pronto; sobre una comunidad que se construyó fuerte en un momento de gran debilidad; y sobre el tacto y el contacto
como herramienta de supervivencia. Pero sobretodo es un trabajo que habla del amor, del cambio y del miedo.
Un mes antes de que yo naciera, en septiembre de 1982, el Centro de Control de Enfermedades
y Prevención de los Estados Unidos utilizó por primera vez el término SIDA para evitar el uso de GRID (Gay Related Immune Deficiency)
al conocerse que el virus no era exclusivo de la comunidad gay.
Mientras yo aprendía mis límites como individuo a través del contacto con mis padres, muchas personas que tenían mi edad actual,
o algunos años menos o más, morían por esta epidemia. El miedo crecía, aún no estaba claro como se transmitía, y tocarse producía
desconfianza, convirtiéndose en una actividad de riesgo. Los fluidos estaban en el punto de mira e incluso el sudor pasaba a ser un
fluido peligroso. En los estudios de danza empezaban a surgir tensiones entre los bailarines que, sudados, tenían que tocarse para
practicar las coreografías.
Si en mi trabajo anterior, Sudando el discurso, utilizaba el sudor como herramienta para afirmar la danza como discurso legítimo,
en este nuevo trabajo se convierte en el punto de partida para entender un contexto complejo y dramático. Durante los años 80 y
90 el VIH se expandió hasta convertirse en una epidemia. El virus sigue expandiéndose aunque los medios para paliarlo han cambiado
mucho y hoy en día ya no se considera una enfermedad mortal. El virus se expandió en gran medida por la comunidad gay, aunque no
exclusivamente como inicialmente se hizo creer. La comunidad de la danza, entendiendo que un alto porcentaje de los bailarines son
gays, sufrió de manera especial. En cuestión de 20 años se produjo un hueco generacional del que poco se ha hablado. El silencio
sigue estando presente y la necesidad de romperlo, como bien reclamaban el colectivo ACT UP con su lema Silencio = Muerte, y
seguir construyendo un relato sobre estos hechos es necesario.
The Touching Community parte de una investigación sobre el impacto que tuvo la epidemia del sida en
la comunidad de la danza durante esas dos décadas para producir una acción performática donde se invite
al espectador a ser tocado a un nivel sensible y afectivo. Los testimonios entrarán en diálogo con la práctica
de Contact Improvisación, iniciada a finales de los años 70, es decir, contemporánea a la crisis del sida, por el
bailarín norteamericano Steve Paxton, y que parte del contacto con otra persona para producir la danza.
Mientras el Contact Improvisación se expandía internacionalmente como una nueva práctica de la danza
posmoderna –una práctica democrática que se fundamentaba en la confianza en el otro y el compartir el
peso y el centro de gravedad-, el VIH también se expandía produciendo un efecto contrario, marginalizando
y apartando al sujeto con VIH del contacto con los otros.
Manejar riesgos. Aspectos comunes entre el Contact Improvisation y el VIH/SIDA
Aimar Pérez Galí, Paso de gato, Enero-Marzo 2017 (México)
(…) La primera señal visible que aparecía en el cuerpo del portador del VIH eran unas manchas en la piel: el sarcoma de Kaposi. La piel devenía el órgano informador de la enfermedad. En la piel se mostraba la sentencia. Con el tiempo, a medida que el virus iba dañando el sistema inmunológico, el cuerpo se iba secando y la piel perdía su elasticidad y su color. En la primera etapa de la epidemia, cuando aún se desconocían las vías de transmisión, el tacto pasó a ser un bien preciado, guardado a aquellos que no mostraban signos de la enfermedad. Mientras el sistema inmunológico del enfermo caía, la sociedad le aislaba, le inmunizaba por miedo y desconocimiento (en el mejor de los casos).
En el campo de la danza se producía un efecto inverso. La práctica del CI rompía con la individualización,
verticalidad y aislamiento del bailarín clásico y moderno, acostumbrado a bailar sin establecer contacto con los otros bailarines.
El CI producía un nuevo paradigma en el que la danza se desarrollaba mediante el contacto físico con otra persona,
haciendo caer la inmunidad del bailarín para producir una comunidad con el otro u otros.
Una comunidad que se mueve por el tacto, una comunidad que toca y es tocada. (…) (seguir leyendo)